Maratón Ornitológico Nacional 2004

Cuadro de texto: Galardones obtenidos en otras ediciones:    Primer Premio Maratón ornitológico de la República China de Xe Aki Nohai Haves  30 de Febrero de 2003       Mención Distinguida al Equipo Más Impresentable en la XII Edición del Maratón Pajarero de Syldavia  23 de Mayo de 2005       Gran Premio al Equipo Benefactor del Gremio de Productores de Cerveza por su destacado consumo.  Cruz del Campo del Águila  13 de Juliembre de 2003       Gran Premio del Maratón Pajarero Pabelnosmatao  31 de Junio de 1999       Gran Medalla de Oro en el XXII Media Maratón con relevos.  31 de Abril de 2000

RESULTADOS DEL MARATÓN ORNITOLÓGICO 2004

   

EQUIPO

“EL SÉPTIMO DE PAJARERÍA”

Equipo patrocinado por:

www.naturalicante.com


LOS COMPONENTES DEL EQUIPO

 

De izda. a dcha. (sin connotación política): Toni Zaragozí Baldó, Toni Zaragozí, José Alcaraz, Raúl González, Alfonso Lario, Elías Gomis Sellés y Elías Gomis.

Se ignora qué puñetas miraban con tanto interés ¿Sería a un pájaro?

Foto : © Elías Gomis

 

RELATO DE LOS HECHOS ACAECIDOS EL 25 DE ABRIL DE 2004, FESTIVIDAD DE SANTA KOYALVA RUVIA.

A las 07:00 horas se inició la marcha del equipo desde el acceso a la Universidad de Alicante que, curiosamente, está en San Vicente del Raspeig.


Logo del equipo para la
camiseta.

Imagen :
© Elías Gomis

El primer punto de parada fue el Clot de Galvany, donde se entregó el uniforme del equipo consistente en una camiseta con el estampado del dibujo de la Abubilla enloquecida subida sobre un telescopio (de la marca más usada por los participantes, que son muy leikeros) y que lleva un banderín con los colores de la bandera de Alicante y un 7 por obvias razones.

En este paraje, el primer lugar para pajarear fue la Charca de Contacto llamada así y desde el día de la fecha, por que se entra en contacto con miles de millones de mosquitos hambrientos a los que gustosamente donamos varios hectolitros de nuestra sangre.

A cambio pudimos observar un buen montón de aves (que es a lo que veníamos) que aumentaron al ir, poco después, a la Charca Principal, llamada así y desde el día de la fecha, porque lo principal es sobrevivir a los mosquitos que no habían conseguido succionarte el líquido vital en la de Contacto.

De nuevo, entre picaduras, manotazos y zumbidos, pudimos ver otras estupendas aves. Alguno de los componentes del equipo, avisó de que una Gallineta había sido capturada por un mosquito y que éste se la llevaba a su guarida para absorberle la sangre.


El Séptimo de Pajarería, trabajando, como siempre.
Foto : © Raúl González

Otro de los componentes advertía de que sería necesaria la anilla tipo 2 para anillar a los mosquitos, si bien sería necesario para anillarlos obtener la gracia y el beneplácito de las autoridades al tratarse de una especie colonial.

Malvasía Cabeciblanca, Cuchara Común, Cigüeñuela, Avoceta, Aguilucho Lagunero Occidental, Pato Colorado, Tarabilla Norteña... pasaron a ser anotados en nuestra lista.

Con más granos que una paella, huimos hasta los cercanos Arenales del Sol, donde tras tomar unos bien merecidos churros con chocolate, nos rociamos en repelente para mosquitos del que siempre hemos dudado su efectividad real pero que, al menos, parece que anima. Sospechamos que Autan alienta a los insectos picadores para fomentar la venta de sus productos.

La Charca delCruce, en el PN de las Salinas de Santa Pola fue la siguiente parada. Poco pajarerío y ya mucho calor. La clásica parada de la Torre del Tamarit sucedió a la anterior. Una cincuentena de Somormujos Lavancos fueron la nota destacada por su abundancia. La parada en las Salinas de El Pinet (sobraban las construcciones-destrucciones humanas de los alrededores) fue muy agradecida gracias a la cantidad de aves que estaban en la pequeña isleta de la primera charca.

Allí se disputaban el minúsculo territorio (parecía la Isla Perejil y que no nos oiga Trillo) las Avocetas y los Charranes Comunes con el fin de poner sus nidos y proteger los huevos de los inclementes rayos solares que amenazaban con freír a cuanto bicho vivo hubiera.


Observando en El Pinet.
Foto : © Elías Gomis

Vistabella, al Sur de PN de El Hondo, donde nos encontramos con nuestras queridas Canasteras, con su imagen de golondrinas que se han pasado tomando ColaCao, que volaban sobre y entre nosotros, en medio de un aire pesado y cálido, no nos dejó ver aún a la Carraca que viene desde África en vuelo irregular y con retraso, como si fueran con Iberia. Por lo menos a ellas no les pueden perder las maletas.

Ya dentro del Parque, la habitual ineptitud de algun@s que atienden al teléfono de información (aquí léase teléfono de desinformación) nos proporcionó la sorpresa de que a la hora a la que teníamos que llegar (las 11:30) era justo a la hora en la que nos echaban. “Que los de Riegos no quieren a nadie a partir de esta hora, pero a nadie” nos decía el funcionario al que no aplicamos lo anterior (por lo menos, hasta que se demuestre lo contrario) y al que no pudimos convencer de que nos dejase pasar.

La opción era la de pedir permiso al guarda de Comunidad Riegos de Levante, empresa que mantiene un extraño peso en un espacio natural protegido por la administración pública. Surgieron otras opciones pero no es posible citarlas en público porque supondrían multa, cárcel y excomunión.


Avocetas en la isleta de El Pinet.
Foto : © Raúl González

Grata sorpresa: el guarda de Riegos, muy amablemente, ante las explicaciones dadas, nos deja que demos un vistazo pero hasta la una, porque se va (tiene también ese vicio de comer) y tiene que cerrar. Nos vamos al observatorio del FarWest, llamado así porque parece un fuerte del verdadero 7º de Caballería.

Aún no hemos ajustado los telescopios cuando aparece un coche, del que baja un señor con traje y corbata que se mete en el hide. Luego llegó otro coche (con sus ocupantes, claro) y otro, y otro hasta 25, cifra en la que dejamos de contar. Pues menos mal que no querían a nadie. Sospechamos que estaban invitados por Riegos pero, en fin... parecía una manifestación de propósito ignoto que hubiera elegido ese humedal para sus reivindicaciones.

Huimos hacia el otro hide cercano construido en alto, apoyado en cuatro puntales de madera, sobre el Embalse de Levante y llamado como el del PeuVerd, pero fuimos sorpresivamente descubiertos por una avanzadilla de los visitantes, que nos lo invadió en un desembarco masivo que abarrotó la caseta de forma que era imposible mover el telescopio sin descabezar a alguien.

El que alcanzó a poder ver algo había de hacerlo cuando alguien ponía los brazos en jarras o se agachaba a recoger algún niño del suelo. No pocos dudaron de la capacidad de ingeniería civil de los que construyeron el hide y de su previsión de que se iba a celebrar allí el acto para el Guiness de los records de cuánta gente es capaz de aguantar un hide o, también sin excluir a lo anterior, el de cuántos sobrevivirían, no por la caída, sino por el contacto con las aguas del embalse. De las posibilidades a superar la ingesta de eso que había y que parecía agua mejor ni hablar (se le ponen a este escriba los pelos como escarpias) ya que no hay bibliografía médica sobre casos similares.


Acceso al hide del Peu Verd, inexplicablemente solitario.
Foto : © Elías Gomis

El calor (la caló) iba increscendo y salimos del Parque algo decepcionados por las pocas espcies citadas.

La comida fue en Matola, pedanía de Elche, y ante las sugerencias reiteradas del personal del restaurante de que comiéramos paella nos decantamos por chuletas con patatas para los más carnívoros y productos verdes a la parrilla para nuestro compi ovo-lacto-vegetariano. Unos cafés y de nuevo en la carretera, con los termómetros acercándose indecorosamente a los 30ºC.

La altitud y la pinada de la Sierra del Maigmó nos proporcionaron un alivio en forma de aire fresco. Sin embargo, la supuesta tranquilidad estaba alterada por los sonidos emitidos por una horda de chavales, chavalas y seres asimilados que gritaban en clara competencia con las canciones (horteras) que brotaban del radiocasete de un coche allí estacionado. La cacofonía era tal que las aves debían estar asustadas y ocultas en recónditos lugares, lo que sólo nos dejaba ver algunas en la lejanía y esas debían estar afectadas de sordera severa.

Al desaparecer los escandalosos muchachos, rumbo a sus casas donde estamos seguros que eran echados de menos, desapareció también nuestra crispación y, paulatinamente, volvieron nuestras queridas aves. El Piquituerto, tan fiel a este lugar, cruzó sobre nosotros, las Chovas maullaron sobre las peñas mientras que el Pardillo iniciaba una estrofa en la espesura.

La carretera que va hasta Xixona nos proporcionó agradables vistas y algunas observaciones interesantes. Pero era el río Monnegre el que nos interesaba como punto final al maratón.


Vista del Maigmó sin hordas vociferantes.
Foto :
© Elías Gomis

En el cauce hacemos un apresurado balance y ¡sorpresa! no hemos visto Alcaudón Común. Sobre el porqué, hay varias teorías que van desde una conspiración de siniestras fuerzas ocultas hasta que algún equipo competidor las ha capturado (“La competencia, ha sido la competencia”, vociferaba uno de nosotros) pero, finalmente, apareció sobre unas cañas, como si le apeteciera burlarse de nosotros.

Tras atravesar una zona collalbarubiera a más no poder, donde la hemos visto en multitud de ocasiones (siempre) tampoco se presenta esta especie, víctima, sin duda, de alguno de los motivos del Caso Lanius senator.

Ya temiéndonos lo peor, descendimos al cauce de uno de los afluentes del Monnegre que estaba espectacular, reflejando sus yesos rojos, grises y azules los últimos rayos rojizos del sol, dándole un aspecto extraño. “Parece que estamos en Marte” apuntaban los dos pequeños ornitólogos que nos acompañaban. Y no les faltaba razón.

El cauce, estrecho y arenoso, aún presentaba agua de las últimas lluvias. Afortunadamente, y tras revisar algunos nidos no ocupados este año, sorprendimos al Camachuelo Trompetero, estrella para esta visita. El pajarillo nos obsequió con una visión fugaz y un par de trompeteos sonoros que retumbaron en el silencioso barranco.


Anotando una especie en el Monnegre.
Foto : © Raúl González

El regreso, ya con la Luna y Venus despuntando en el aún claro cielo sobre nuestra vertical nos deparó dos sorpresas, el estruendo (eso parecía) de unas Palomas bravías y el silencioso pero maravilloso vuelo de una Culebrera Europea, rapaz que antes de los cambios (dichosos cambios) era conocida como Águila Culebrera.

A la salida del cauce la oscuridad ya era completa. Los señores de la noche debían estar viendo el fútbol porque ninguno quiso obsequiarnos con su canto. Ni búho, ni cárabo ni nada.

Repaso general al inventario de seres y enseres para asegurarnos de su buen estado y presencia y regreso hacia nuestros nidos, digo, casas.

El listado eleva a 105 las especies anotadas. Y nos fallaron muchas especies.


Observando antes de llegar al cauce del Monnegre.
Foto :
© Elías Gomis

Ingratas.

 

Redactado: Mayo 2004.
Autor : Elías Gomis
Fotografías : Elías Gomis y Raúl González