VIAJE A GALLOCANTA

 

VIAJE A GALLOCANTA

por Juan José Molina

 

Hay poca gente que se vaya de excursión en Diciembre y menos, días de diario a no ser que sea para volver a casa por navidad. Pero para visitas ornitológicas a ver limícolas o esteparias, es la mejor fecha.

Listo de mí, pensé eso cuando empecé a planificar con Noa, el viaje a la laguna de Gallocanta (en realidad, hay que decir, que es ella quien planifica).

El caso es que pensé que en esta laguna, al igual que pasa en Villafáfila (Za) o La Nava (Pa), la mejor época de visita sería el invierno, cuando, en realidad, sólo es un lugar de paso, por lo que las mejores fechas son Noviembre o Febrero. La abundancia era enorme en la laguna, más de 20.000 ejemplares habían censado los últimos días. Por cierto, que tienen que ser difícil de contar, para que luego nos quejemos de los censos de Montejo.

El viaje se hizo largo, las comunicaciones por Soria son siempre carreteras nacionales y nada de autovías y como tuve que trabajar, llegamos a las 21:30 h. del día 19. Nada más llegar, uno de los gerentes del albergue nos puso al día de la situación de la laguna, los observatorios, el número de Grullas… y rapidito al sobre, que al día siguiente tocaba madrugar para ver el amanecer en la laguna, con las Grullas saliendo de allí para dispersarse por los campos de cereal.

A las 7:00 h. de la mañana, que ya son ganas sin tener que trabajar, salimos del albergue y fuimos hasta el observatorio más cercano a Gallocanta. Hacía un frío que pelaba, pero el espectáculo valía la pena.

Desde el observatorio oíamos el bullicio chillón y escandaloso de las Grullas que ya despiertas, esperaban el primer esbozo de luz para dispersarse por los campos de cereal. Cuando todavía era difícil ver lo que había a pocos metros de nosotros, ya se oían y medio intuían los primeros bandos en el cielo.

Al principio parece algo simplemente bonito, pero cuando en amanecer hace su aparición con su hermoso contraste de colores y los bandos grandes de cientos de Grullas pasan a tan escasa distancia, la sangre de pajarero comienza a hervir y los pelos se te ponen de punta. Tuvimos que salir del observatorio, porque estábamos a bastante distancia y no podíamos perdernos nada de aquel maravilloso espectáculo.

Tras este bonito y frío despertar, teníamos los pies como témpanos de hielo, decidimos continuar con el coche la ruta que rodea toda la laguna, con la calefacción a tope.

Por el camino, vimos Cernícalos, Cornejas, Tórtolas turcas, un grupo de 9 Jabalíes y algunas Grullas, aunque de momento estaban a bastante distancia y las fotos que obtuvimos eran de lejos o a través del telescopio.

Fuimos hasta el siguiente pueblo, Bello, donde nos abastecimos de fiambre para los bocadillos que nos servirían de comida. Hay que decir, que la amabilidad se respiraba en Bello, un anciano nos acompañó hasta la puerta de la tienda y la mujer que la regentaba nos puso al día en el sentir y situación de las poblaciones locales. Como pasa en otros muchos espacios naturales, los pocos beneficios que se obtienen, van a parar a cuatro, pero los sufren todos. Sobre todo, sufren que ellos no los perciben.

Continuamos por la carretera que rodea la laguna, hasta cerca del pueblo de Tornos, trayecto durante el que pudimos ver la Grullas más de cerca, algunas cruzaban la carretera delante del coche. Era curioso ver que la mayoría eran dos adultos y uno o dos jóvenes, lo que daba la impresión de que fueran padres e hijos.

Al meternos de nuevo al camino que va cerca de la laguna, encontramos una pluma de la cola de una Grulla, a los pocos metros otra y después otra y así hasta que decidimos dejar de bajarnos del coche y no coger más. Vimos también muchas huellas que denotaban que las Grullas eran habituales de aquella zona.

En este tramo, nos encontramos con dos Jabalíes, uno de ellos enorme, que se detuvieron muy cerca del coche dejándose fotografiar, para luego salir huyendo.

Paramos también en uno de los observatorios elevados que tenían un letrero de “Prohibido subir”, al que no hicimos mucho caso. Poco antes preguntamos a una chica que parecía que era del SOS o proteccion civil y nos dijo que se ponía para evitar responsabilidades, porque estaban muy viejos, pero que si subíamos nadie nos diría nada.

Llegamos de nuevo a Gallocanta y pasamos por la Oficina de Turismo, donde recogimos información, para ver lugares que había por los alrededores. Nos gustó la idea de un cañón calcáreo llamado “Hoces del Río Piedra”. De camino teníamos los campos de cereal donde se ponían las botas las Grullas y donde vimos agrupaciones de cientos de ellas, algunas a escasos metros de la carretera.

Las Hoces del Río Piedra no estaban mal, una docena de Buitres leonados, dos Cuervos y una docena de Perdices. Eso sí, había un refugio muy cuidado y allí mismo comimos en una tranquilidad absoluta.

Regresamos a Gallocanta, tras perdernos buscando una pequeña charca, donde se suponía que paraban las Grullas y de ver la vista general de la laguna desde Berrueco. Después nos plantamos junto a la ermita que hay a orillas de la laguna y desde allí vimos el regreso de los bandos de Grullas.

Si lo de por la mañana emocionaba, esto hacía saltar las lágrimas, el espectáculo no es comparable con nada que yo haya visto en la naturaleza, quizás algún festín de Buitre o mi primer Quebranta, me emocionaron así. Además, el atardecer estaba precioso, con algunas nubes teñidas del color rojizo del sol, que hacían contraste con el verde de algunos campos, el marrón de la tierra de otros, el azul de parte del cielo o el brillo del agua. Las fotos que hice allí, creo que lo describen todo, a pesar de mi inexperiencia, de no tener un equipo demasiado bueno, aquello se fotografiaba solo y la estética era increíble.

De nuevo al albergue, descansar bien y al día siguiente viaje de regreso parando a ver por el camino el Agua Llueve de Anento, Daroca o el Pinsapar de Orcajo, que ojito para encontrar el Agua Llueve y el Pinsapar.

Un par de días exprimidos a tope y de esos que no se olvidan. Por si no os he conseguido transmitir la suficiente emoción, os recomiendo que vayáis, os alojéis en el albergue Allucant y que no os perdáis la salida y el regreso de las Grullas a la laguna de Gallocanta.

Un abrazo carroñero, de Juanjo de Montejo.

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Redactado: Enero 2006.
Autores : Juan José Molina